Era una tarde como cualquier otra; Franck Ribery no imaginaba que ese día lo dejaría marcado para el resto de su vida.
Con tan sólo dos años de edad, sufrió un terrible accidente automovilístico en el que salió volando por el parabrisas; los vidrios le cortaron la cara, de manera que tuvo que someterse a varias cirugías de reconstrucción para ‘maquillar’ el daño.
Semejantes marcas le provocaron serios problemas sociales, pues los niños de su edad solían burlarse constantemente de él, por su aspecto.
"De pequeño, se burlaban de mí y me escondía a llorar en un rincón. Pero eso me ha endurecido y me ha ayudado en la vida”, declaró alguna vez Ribery, en una entrevista.
Poco a poco se convirtió en un niño problemático, pues tantas burlas lo motivaron a responder de manera agresiva; a los 15 años fue expulsado del convento donde estudiaba, y se convirtió en albañil, para trabajar junto a su padre.
Se levantaba a las 5 am para salir a trabajar, pero poco a poco el futbol, que siempre había sido su refugio, le abrió algunas puertas.
Franck dejó de ser el niño que lloraba, solo, en un rincón. El fútbol le dio una oportunidad y no la desaprovechó; a tal grado, que ahora no le importa si los demás se burlan de su apariencia: “Jamás me haré la cirugía estética, porque dejaría de ser yo".